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Querido:

Ya son más de 6 meses que no estoy contigo y que ni siquiera te había visto hasta que unas voces me contaron sobre ti, pero la verdad, no les había prestado atención; al principio (lo admito) me perseguías en sueños; después, me seguía tu recuerdo, pero, hace poco, ya no eras nadie.

Un día las voces se agudizaron tanto que ya no pude omitirlas y fue ese día cuando voltee a verte de nuevo; de principio, me compadecí de ti y lo que habías sufrido en mi ausencia y entonces te extrañé nuevamente y hasta con más fuerza que cuando terminó nuestra relación, por lo anterior, me acerqué una vez más ¡en verdad quería ayudarte! Al poco tiempo descubrí que no podía hacer mucho, la lejanía había sido demasiada y las ganas de estar cerca no eran tan fuertes como pensaba; sin embargo lo intenté y te lo prometo lo intenté con el alma pero el experimento no tuvo el resultado que anhelábamos tú y yo.

Aún me resulta increíble como un simple fin de semana fue suficiente para que este reencuentro que parecía un éxito rotundo me diera a conocer, de una vez por todas, que ya no eras para mí. En solo tres días me hiciste sentir un ser ajeno, inútil e incumplido ¡ya no estoy hecha para esto! (pensé) y, reflexionando llegué a decirme a mi misma: tal vez nunca lo estuve. Ahora ¿qué hago? Estoy convencida que no fue la despedida que yo hubiese querido pero ahora sé que es un adiós definitivo.

Antes de terminar esta carta te digo, no te deseo nada malo, al contrario quiero que Diosito te bendiga siempre, como lo ha hecho hasta hoy, e incluso te doy las gracias porque fuiste tú quien recogió los pedazos de mi alma que se encontraban regados en el pavimento 4 años atrás, pero ahora ya no es posible que estemos cerca, me haces daño, me lastimas y, aclaro, no es que lo hagas intencionalmente es que nuestro tiempo ya terminó … te quiero, eso nunca lo olvides; sin embargo el día de hoy empiezo otro camino.